Objetos no declarados by Héctor Torres

Objetos no declarados by Héctor Torres

autor:Héctor Torres [Torres, Héctor]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2016-03-09T00:00:00+00:00


Los sifrilandros

Les dio por ahí como a otros por el new age, la cienciología o el crudivorismo. Suelen ser muchachos de piel blanca que viven en urbanizaciones clase media de Caracas u otras capitales del país, pero con raíces en algún pueblo del interior. Aunque también este fenómeno se da entre hijos de extranjeros.

Parten de una sensibilidad muy válida, pero ingenuamente manejada. Una especie de culpa acerca de su condición con respecto a las mayorías pobres. En otros casos se trata de un adorno kitsch. Son esos artistas y fotógrafos que sienten fascinación por la iconografía malandra y la exaltan de forma frívola.

O los que 'descubren' que en su país hay pobreza y la ensalzan desde sus clichés.

Bailan salsa malandra y sueñan con ser de barrio. Les gustaría tener un primo malaconducta o cualquier otra historia digna de contar, como haberse batido en duelo en alguna ocasión, o haberse ido de la casa en la adolescencia, por ejemplo. Les aburre la vida segura que, muchas veces con verdaderos sacrificios, les proporcionaron sus padres, y se sienten en minusvalía con respecto a sus conocidos que viven en sectores donde la sobrevivencia requiere de mayores talentos.

Asocian peligro con hombría y lo añoran. Redimen todas las tradiciones vernáculas de sus mayores, o de la vida de pueblo, que les confieren cierta denominación de origen: juegan dominó (a veces solo 'ponen piedras'), apuestan a los caballos o a los gallos, toman ron, fuman habanos, les gusta el boxeo, usan guayaberas.

Hablan con tumbao y/o con deliberada mala dicción. Parecer refinados les produce vergüenza. Ellos, que recibieron formación académica, tienen por héroes a tipos toscos. Son prisioneros de cierto conservadurismo que pretende pasar por voluntario. Idealizan la pobreza, pero ignoran que a los pobres no les agrada su vida de privaciones. De hecho, gustan de las formas, pero jamás renunciarían a su vida cómoda. Desconocen que lo que da sabor a esa pasta es una salsa que incluye, en no pocas ocasiones, hambre, dolor, rabia, abuso, hogares disfuncionales y muchas privaciones.

En fin, ignoran que ese swing es el coqueto adorno con el que se barniza lo roto.



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